Parte importante del desarrollo económico y social de un país es el sector de la construcción. En todas las fases de los proyectos, tanto de obra civil como de edificación, existen grandes desafíos para minimizar el impacto sobre el medio ambiente y las personas.

En el mundo desarrollado, aspectos medioambientales como la eficiencia en el uso de los recursos y la sostenibilidad de los mismos, la protección de la biodiversidad, el cambio climático y los riesgos de accidentes, han adquirido una gran importancia en todos los ámbitos, entre ellos en el de la construcción.

En Europa, la Normativa sobre Evaluación de Impacto Ambiental, Directiva 2014/52/UE, establece el marco legal para garantizar un nivel elevado de protección del medio ambiente y la salud humana mediante el establecimiento de mínimos para la evaluación de impacto ambiental de proyectos. Se entienden como proyectos la realización de trabajos de construcción o de otras instalaciones y obras, incluidas las destinadas a la explotación de los recursos del suelo. Los proyectos, públicos o privados, estarán sometidos a un procedimiento de Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) y a la obligación de definir un Programa de Vigilancia Ambiental (PVA), herramienta que acompaña al proyecto en todas sus fases de diseño, ejecución y seguimiento.

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Una parte importante de la Evaluación de Impacto Ambiental de un proyecto de construcción, sobre todo en obra civil, es la gestión del agua en el mismo. El agua en las obras es un elemento primordial y se encuentra presente como parte del fluido utilizado para excavaciones y cimentaciones, como medio de refrigeración de maquinaria (tuneladoras, pilotadoras, máquinas de corte, etc) o como medio de limpieza. En muchas ocasiones también aparece fruto de la lluvia y de filtraciones de efluentes. En cualquier caso, hay que gestionarla adecuadamente para optimizar su consumo y para garantizar que no daña el entorno. Existen en la mayoría de los países normativas nacionales y locales que definen las características que el agua debe tener para poder ser vertida a un efluente público, y limitan los valores de sólidos en suspensión (SS), de acidez (pH) o de demandas biológicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO).

Cuando los valores son inadmisibles para verter el agua a un efluente público, en muchos casos se suele almacenar en balsas para su evaporación natural, con los consiguientes problemas de espacio y el riesgo de que haya un desbordamiento. En otros casos se utilizan sistemas tradicionales de tratamiento físico-químicos, que típicamente consisten en una etapa de ajuste de pH añadiendo CO2, una etapa de coagulación-floculación usando PACs y una decantación lamelar. Este tipo de tratamiento requiere maquinaria de cierta complejidad, mucho espacio para su instalación y los aditivos químicos necesarios para su operación son difíciles de almacenar y manipular. Además, el lodo obtenido debe ser tratado y gestionado como un residuo.

Para solucionar este problema, NIHON KASETSU ha desarrollado un sistema de clarificación para tratar aguas residuales de construcción de una forma muy sencilla y eficaz. Se basa en utilizar un único aditivo químico en polvo, que hace las funciones de coagulación-floculación, y que es muy poco sensible al pH del agua por lo que no es necesario ajustarlo en la mayoría de los casos. Es un compuesto químico inorgánico, elaborado a partir de sustancias 100% de origen natural, inocuo y no contaminante, cuyas materias primas son conchas de moluscos, algas marinas y minerales. Es seguro, fácil de manipular y no contiene ninguna sustancia dañina para el ser humano ni para el medio ambiente, por lo que el lodo final puede depositarse en vertedero.

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Todo el proceso de clarificación es extremadamente eficaz y se realiza en una máquina muy compacta (sólo 3,5x2m), con gran capacidad de tratamiento (hasta 90 m3/h), y muy fácil de transportar, instalar y operar.

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